domingo, 18 de agosto de 2013

César Calvo - Diario de Campaña - poesía



Vídeo en pantalla completa
http://www.youtube.com/watch_popup?v=-XhPGxn4ADc&feature=youtu.be

César Calvo - Diario de Campaña - poesía

En homenaje al aniversario al paso a la Eternidad del laureado poeta César Calvo, 18 de Agosto, en su voz y estilo extraordinario la poesía "Diario de Campaña"dedicada a Héctor Béjar. 
Agradecemos a la cineasta Nora de Izcue quien rescató 
la grabación en La Habana - Cuba. 


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César Calvo - Diario de Campaña - poesía
dedicada a Héctor Béjar

1
Detrás de nuestros actos, como una piel 
de voluntad sin tregua, somos 
nuestros propios antepasados. No hay roca 
que no sea memoria de nosotros, no hay 
trigo ni lamento 
que no hayamos sembrado o desgajado. Sobre 
estos mismos campos donde otros derramaron 
las lunas de su sangre, y se alzaron los látigos 
y nadie dijo nada: caminamos. A nuestro paso dejan 
los muertos de morir,  los aún no nacidos 
respiran libremente.

(Después de aquella vida que en la ciudad vivimos 
como una muerte a medias,  esta otra que avanza 
sobre el hilo de los disparos en la noche,
alta en el corazón nos reconforta.
¡Oh vida amenazada, golpeada 
por los vientos,  al aire siempre al aire 
y delante de si misma siempre! Tal, 
en pos de nosotros, avanzamos,  somos 
nuestro destino, la patria de los tiempos.
Y desde estas llanuras que son otras,  entre 
los altos bosques o relámpagos,  nos miramos 
llegar, nos saludamos).

¡Saluda tierra nuestro paso, 
que tuyo es: callado
como el peligro, fértil 
como tus leyes, revelado milagro! ¡Salúdalo 
en la sangre, en la flor que se abre o en la tumba 
que se cierra como una flor sin nadie!

2
Han cesado las lluvias. Es noche todavía 
en los blancos cabellos 
del Huarccaccasa, en lo alto, y a los pies 
de nuestro andar : las luces del poblado. (Horacio 
piensa en su madre abajo, preocupada y alta
recordándolo). Hoy no descenderemos, dormiremos 
al aire de los astros, dejaremos 
dormir a los soldados por esta noche, acaso.

3
La soledad es larga entre estos ríos, y a veces 
nada sino el recuerdo 
de lo que ha de venir, nos alimenta. Hoy, 
los fusiles reposan 
como plantas, un campesino trajo una guitarra,
y el corazón jazmín que se deshoja
                                  solo el peso 
de una canción soporta. (Amor lo cubre 
como una hoja roja, dulcemente).
            “Palomitay cuando muera 
            diré tu nombre callando
            para que en medio la noche 
            tiemble una estrella en mis labios”.

¡Fuego de nuestra sangre, confiado 
río que jamás se apaga, corre 
sobre nosotros y los campos, 
lame nuestras heridas, aguarda la mañana!.

4
(Bajo la luna, Edgardo, no dejes de mirar. Nosotros 
soñaremos esta noche en tu nombre, y acaso 
pasearemos de memoria las playas que te extrañan.
No dejes de mirar. Es cierto que el cansancio 
más largo es que la luna aquí, junto a los vientos, 
y si en tu mano 
duerme nuestra vida, no existe la tristeza. 
No existe la tristeza ni el agobio acaricia 
tus ojos encendidos, Edgardo, centinela).

5
Al alba partiremos. Demás está decir, hermanos, 
que os extraño, que entre las altas luces 
de la emboscada o del descanso, recuerdo 
aquellas sombras apacibles de la ciudad, las noches 
prolongadas hasta el alba.
Si no vuelvo a miraros,  si mis ojos, 
- en paisajes sin viento ni reposo - 
humedecen los vuestros, quiero decir tan solo
que al alba partiremos. Otra vez 
en el pecho húmedo de los bosques
reclinaremos nuestra frente, teñiremos de lluvia 
nuestras manos lavadas por la sangre.
Sea mañana el júbilo en nosotros. 
Nunca el odio florezca bajo nuestros pasos. 

Sean mañana nuestros los tañidos 
del corazón. Las lluvias (no los ojos) 
apaguen nuestros sueños, nuestro rostro.

¡Sacharaccay, luna de arena 
de Sacharaccay, recuérdanos. negra sea tu luz 
para los Otros que lamen nuestras huellas,
y que al volver
no falte nadie 
entre los que dejamos, nadie
entre los que a encenderte regresemos!.

6
Pinos crueles de este largo invierno: 
haremos una hoguera con vuestros huesos,
             danzaremos 
bajo del árbol puro de la sangre. 
¡Oh, tierra de la vida, única eterna!
¡Recibe nuestra sangre!
¡Guárdala entre las horas que se abrirán mañana!
¡Alimenta con ella las flores, la alegría!

César Calvo

Del Poemario “El Cetro de Los Jóvenes”
Ediciones Casa de las Américas - La Habana - 1967

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Edita Dr Guillermo Calvo Soriano de Lima - Perú

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