lunes, 29 de abril de 2013

César Calvo,Aquel bello pariente de los pájaros - Alfredo Herrera Flores


César Calvo, Aquel bello pariente de los pájaros...

Un acercamiento a la poesía y el recuerdo de César Calvo 

1. Primeras y últimas noticias 
La primera noticia que tenemos sobre César Calvo es el haber ganado a los veinte años la primera versión del Premio Poeta Joven del Perú, convocado en 1960 en Trujillo por Cuadernos Trimestrales de Poesía y que, como sabemos, compartió con Javier Heraud, dos años más joven que él. Los dos poetas quedarían marcados para toda la vida por esta circunstancia. Heraud porque murió tres años después en el río Madre de Dios, abaleado a los 21, jovencísimo, y César Calvo porque se quedaría joven hasta el final de sus días, cuarenta años después. Recordemos que algunos diarios titularon “Murió el poeta joven del Perú” al dar la última noticia sobre este extraordinario poeta.
Pero ambos quedaron también marcados por ese proyecto poético que iniciaron juntos y que la muerte interrumpió, el “Ensayo a dos voces”, que tuvo como tema el retorno de Heraud al Perú y fuera escrito luego de que se publicaran los poemarios ganadores; de lo que se trataba era de escribir un poema que tuviera un sentido a partir de dos expresiones distintas, algo que no se ha vuelto a intentar, hasta donde tengo entendido, de manera seria en nuestro país. El propio Calvo ha hecho poemas con Juan Gonzalo Rose, por ejemplo, pero no con la intención ni la contundencia que logró con Heraud.
Cuando se supo la noticia de la muerte del joven Heraud, César Calvo quedaría como el primer poeta joven del Perú; al amigo le correspondería convertirse en el mito del poeta guerrillero, del idealista que se inmolaba en la flor de la juventud por su patria, un Mariano Melgar moderno. César Calvo reflejaría entonces el rostro del poeta en la flor de la vida, pues ganar el premio a los veinte años de edad era la noticia literaria más importante de esa época, y él mismo se encargaría de mantener esa imagen, y los amigos de alentarla y celebrarla.
Hasta entonces, yo no había nacido aún. Cuando al principio de la década del ochenta me iba enterando de la vida y obra de los principales poetas peruanos y decidía titular mi primer libro con un verso de Heraud, las noticias se dedicaban a dos mitos, al ya varias veces mencionado Javier y al médico atormentado y juguetón que terminó sus días bajo un tren en Buenos Aires, Luisito Hernández, un gran descubrimiento. Otros poetas eran expertos en aparecer en las noticias, o fabricarlas, Cisneros e Hinostroza a la cabeza, y otros irrumpían en la escena armados con sus libros lejanos, nostálgicos y provincianos, como Omar Aramayo; entonces fue que tuve mis primeras noticias de César Calvo, no tanto por tragedias ni por poemas extraviados, sino por su cercanísima amistad con otro mito viviente, la señora Chabuca Granda.
Conforme fui conociendo personalmente a varios de esos poetas, fui también sabiendo de César Calvo, y cuando yo preguntaba por sus libros, siempre difíciles de encontrar, ellos me respondían con historias de enamoradas y amantes. 

César Calvo y Patty Aspillaga


2. Poeta joven y enamorado 
Es en lo segundo en que la mayoría de personas piensa cuando se topan con un poeta, y a veces cometen la imprudencia de manifestarlo: “Humm, debe estar muy enamorado para escribir poemas”, dicen; sin embargo no tanto en lo primero, pues la mayoría de la gente piensa que ser poeta significa ser un hombre barbudo y encorvado, de lentes redondos y voz cansada, de zapatos sin lustrar y aliento a alcohol.
Resulta que en el caso de César Calvo las dos cosas eran ciertas, es decir era poeta y estaba enamorado, no de la vida y del amor, de las plantas o de los animales, estaba enamorado de las mujeres, de las chicas bonitas, de todas, y lo que es mejor, todas le aceptaron. Y como ya lo dijimos, era joven, siempre.
Para probarlo, cito un recuerdo de Juan Gargurevich, el maestro periodista que conoció bien al poeta enamorado, o enamorador. “Se trataba de un amante mítico, con carisma irresistible, con instinto y aureola de ángel y demonio. Maya, la esposa de Ricardo Luna, embajador del Perú en Estados Unidos, me contaba que cuando lo alojaban en su departamento de Londres era increíble la atracción que ejercía a las hermosísimas muchachas inglesas que pasaban por la avenida central hasta donde él bajaba del piso en que vivían, justamente para hacer esa caza diaria. No pasaba cinco minutos en que él tardara en subir con una ninfa extasiada contemplando embelesada a aquel loco de mirada torva y de cabellos ensortijados, que no hablaba una sola palabra en inglés...”.
Alguien me contó que en una reunión en la Universidad Nacional de San Marcos, César observaba insistentemente a una muchacha que recién se integraba al círculo de intelectuales y luego, sin mediar una palabra, salieron y, por supuesto, desaparecieron.
No hay persona que haya conocido a César Calvo y no tenga una historia de amor que contar.
En una página electrónica encuentro el siguiente testimonio: “Pues sí, así era, exactamente así. Absolutamente irresistible. Yo lo conocí en esa década de los 60. En la Casa de la Poesía. Bailamos unas tres piezas y conversamos unos quince minutos, quizá más. Vi mi posible futuro desplegado delante de mí, iba a perder irremediablemente la cabeza si seguía allí sólo unos minutos más. Pedí al amigo que me había llevado que nos fuéramos de inmediato, él no podía comprenderme y no quería, entonces salí sola, el amigo me siguió y me acompañó a mi casa. Y pude salvarme, fue un acto heroico. No lo vi más. Y aún así recuerdo esa noche después de más de 40 años. ¿Qué era lo que tenía? No podría decirlo... el magnetismo animal más poderoso que haya visto.
Esa misma noche conoció a esa única esposa que se conoció de él, una chica que estaba allí con su novio, en vísperas de casarse...”.
 

3. Aquel bello pariente de los pájaros: algo de su vida 
Estoy seguro que algunos de ustedes debe conocer también alguna anécdota de faldas del poeta, y podría dar para una conferencia especial o para muchas jornadas del café literario, pero también trataremos de acercarnos a la vida del poeta, para comprender luego su poesía que, adelanto, debe estar entre las más singulares de la literatura peruana.
Sabemos que César nació en Iquitos, el 26 de julio de 1940 (dentro de un mes habría cumplido 67 años). Su familia se trasladó pronto a Lima, a un solar del jirón Carabaya, antes llamada calle Coca, pero pudo visitar la granja que su abuelo materno tenía en las afueras de Lima. Entre su infancia en ese solar y su juventud, el poeta habría de aprender a sobrevivir en un ambiente hostil y de exclusión, pero que él lo asimiló de manera tan natural que luego pasó a ser parte de su obra literaria. A Nicolás Yerovi, el escritor humorista, le contaría en plena madurez "que había como veintitantas familias para un solo baño, una sola tina; y mis vecinos eran mayormente hijos de zapateros remendones, canillitas, puyas...Todos ellos eran chaireros, tenían sus talleres allá en el barrio pero vivían en la pedrera o en barrios así malevos...".
La casa del Poeta en la calle Coca,balcón 3er piso derecha

Es claro que allí aprendió muchas de las artes de su desenvolvimiento tan desenfadado de su primera juventud, que lo convirtió en un peleador y conquistador. Hay también una anécdota confusa en la que César y Javier Heraud terminaron liados a golpes en plena Plaza Francia, en el centro de Lima, y que al final, el futuro guerrillero, vencido, decía desde el piso que César podía ganarle, pero que como Javier había solo uno.
El poeta Arturo Corcuera recuerda que varias de estas vivencias están en el poco conocido libro Sinarahua, en el que César Calvo despliega toda su ternura al retratar la intimidad familiar. Sinarahua fue escrito aproximadamente a los 22 años, y su lenguaje, como el de sus primeros libros, harían más fuerte la idea de que Calvo era eternamente joven.
Ya en plena juventud nuestro poeta se volvió viajero. La década del sesenta fue propicia para esto. Recorrió el Perú y varios países, estableciéndose por algunas temporadas en ciudades como París, Roma y Barcelona, y luego volvió al Perú, donde finalmente se quedó. Como ven, César Calvo casi no está en su Iquitos natal en esa primera etapa de su vida, pero eso no significó que se alejara de su cultura. Una forma de estar en estrecho contacto con la selva era su propio padre, pintor y un gran conocedor de las tradiciones del oriente. Y es en 1975 que Calvo asume la dirección de la filial del Instituto Nacional de Cultura en Iquitos y la dirección de la Fundación Pro Selva, desarrollando un importante trabajo de protección y difusión de la cultura amazónica.
A su retorno a Lima, su vida se convierte en un mito. Ya había publicado varios libros de poesía y no era difícil ubicarlo en Barranco, en los bares o en la casa de Chabuca Granda, de quien, se dice, estuvo profundamente enamorado. Un poeta limeño nos contaría años después que al ir una tarde a visitar a César Calvo, se encontró con una amena reunión en la que también estaba Pablo Milanés, el cantor cubano, que había llegado a Lima solo a visitar a César y Chabuca. De esta manera empezaría a crecer un mito en el que lo único que no cambiaría era la naturaleza joven y seductor del protagonista. Se decía que para los recitales se vestía de smoquing y corbata michi, que no daban en su figura flacuchenta y que más bien generaba las bromas de los amigos, y que firmaba algunos poemas como César Viacheslav, pero que los patas pronunciaban como un estornudo ¡Viácheslav!
César Calvo y Pablo Milanés

Como la poesía no da para comer, como muchos de nosotros César se dedicó al periodismo y estuvo entre los fundadores del diario Expreso y dirigió suplementos culturales y firmó columnas de opinión. A su muerte, el 18 de agosto del 2000, en el hospital Dos de Mayo, víctima de una dolorosa enfermedad que le afectó el oído, aún se hizo el fuerte en sus últimos días y caminaba por los pasillos del hospital, en medio de su silencio, dándole ánimos a sus ocasionales compañeros de piso, una imagen que los amigos no podrán olvidar. 

4. Aquel bello pariente de los pájaros: la poesía 
Sucede algo especial con la poesía de César Calvo, ahora a siete años de su muerte y cuarenta y siete de su primer libro, los jóvenes no lo leen. Hay algunos poemas que son de obligada presencia en cuanta antología de poesía peruana se edite, pero sus libros no son reeditados. Casi todas las revistas literarias han publicado sus poemas y hasta en los libros escolares hay fragmentos de sus obras, pero los jóvenes no lo mencionan como un autor que esté a la mano. Es casi imposible encontrar sus libros de poesía, pero no se le considera como un poeta influyente en las nuevas generaciones.
Probablemente una respuesta sea que su fama de casanova se haya impuesto a la de poeta, otra puede ser la capacidad y oportunidades mediáticas que han aprovechado otros poetas para hacerse más conocidos, o tal vez la idea de que César Calvo solo fue el primero que ganó el primer Premio Poeta Joven del Perú.
Sin embargo, bastarán algunos ejemplos para demostrar que la poesía de César calvo es una de las más finas y elaboradas de las últimas décadas.
Uno de sus poemas más conocidos, “Aquel bello pariente de los pájaros”, escrito antes de los 20 años, dice en unas de sus estrofas: 

Poesía, no quiero este camino
Que me lleva a pisar sangre en el prado
Cuando la luna dice que es rocío
Y cuando mi alma jura que es espanto. 
¡Poesía, no quiero este destino!
¡Llévate tus sandalias!
¡Devuélveme mis manos! 
Claramente se da cuenta que ya está comprometido con la poesía, pero su temprana edad aún reclama inocencia e idealismo. Sabe que las palabras serán, al mismo tiempo alas y pies sobre la tierra. 
En el mismo libro juvenil y con la misma candidez escribe en su poema “Venid a ver el cuarto del poeta”: 
Venid a ver el cuarto del poeta
Desde la calle
Hasta mi corazón
Hay cincuenta peldaños de pobreza.
Subidlos,
A la izquierda… 

Casi al final de su obra poética, sin perder la suavidad de la palabra juvenil, César Calvo es más seguro y más contundente al reflexionar sobre su vida, mostrando la cara contraria a la del juguetón y enamorador: El poema Qué niño cruel, en su libro "Como tatuajes en la piel de un río", dice así: 

Qué niño cruel un libro en blanco ojea
Sin párpados
Y rasga la página más nuestra! 
Ceniza, no rocío, es la fortuna
De las flores que crecen como estrellas:
Son de ventura solo si fulguran
Y fulgurar es siempre su tragedia. 
Quédate así, penumbra, en la penumbra
Que bebo solo porque a ti me lleva.
Alguien, tras la puerta, me apresura.
Y sé bien que no hay nadie tras la puerta. 

Aunque algunos críticos consideran que el mejor César Calvo poeta está en el libro "Las tres mitades de Ino Moxo", en el que se recuperan y recrean mitos, leyendas y cuentos de la selva, considero que la poesía de este escritor aún está por descubrirse, por supuesto quitándole el velo de misterio y eterna juventud que cubren sus textos. 

Gracias.

Alfredo Herrera Flores
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 Edita Dr Guillermo Calvo Soriano

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